Una casa abandonada, pese al vacío, está llena de ruido: es un espacio habitado por ecos, por sombras que se alargan en pasillos vacíos y por el murmullo de voces que ya no están. Aquí es donde nace “la casa que cae”, el álbum debut de La Texana, que emerge como la banda sonora de aquellos lugares que, a día de hoy, son más bien vestigios del pasado: un refugio de ruido y nostalgia donde cada canción es una grieta más en la pared.
La Texana ha construido su propia arquitectura sonora: post-punk frío, sobriedad soviética, tecnostalgia, gusto por lo analógico y, por supuesto, influencias del folclore mexicano. Todo ello está imbuido por un sentido de la melancolía que parece filtrarse como la humedad en las paredes. Pero si algo caracteriza a “la casa que cae” es su capacidad para transformar la decadencia en algo nuevo, encontrando en los restos una nueva historia por contar.
La Texana no solo nos muestra un mundo en ruinas: su línea estética está clara y, aun así, tiene mucho de qué hablar. Por ello, cada uno de sus adelantos ha sido una puerta abierta a las distintas habitaciones de su casa.
En todas, sin embargo, hay amor, muerte y una losa pesada que marca el paso del tiempo: “Niños” nos retrotraía a la infancia, a los recuerdos de un tiempo más puro, mientras que “¿Hoy a qué vamos a jugar?” hablaba cobre el vértigo de precipitarse a una juventud llena de excesos. En otro rincón, “Marea” también hablaba sobre la sensación de ahogarse en un periodo de cambio y, por su parte, “El Sol” se metía más de lleno en los debates sobre moralidad, o en esa pregunta interminable que parece no tener respuesta: ¿es el ser humano bueno por naturaleza? ¿o es la sociedad quien le corrompe? “Terco” enfrentaba esas virtudes inciertas del ser en una batalla que enfrentaba al protagonista con su propia sombra.
Así, La Texana no solo habla de una casa en ruinas, sino de una estructura entera que se tambalea en un cambio de etapa: los valores, las emociones, los cimientos de la identidad, las relaciones humanas y el tiempo son crueles con un individuo en formación. Sin embargo, su música es el sonido del derrumbe, pero también de la reconstrucción. “Desgárrame”, inédita en el álbum, habla de esos nuevos comienzos: es la habitación en la que el deseo y la destrucción son la misma cosa. Musicalmente, transita entre el rock industrial más oscuro y un sonido que evoca el post-punk latinoamericano de los 80s. Su letra es un grito de entrega absoluta, un juego de seducción en el que la pasión se vuelve casi violenta. “Si sabes bien lo que provocas, ¿por qué nos pones condiciones?” es la pregunta que lo define: el deseo como una fuerza que no admite restricciones.
La Texana habla de ruinas y de escombros, pero “la casa que cae”, más que un debut fatalista, es un álbum sobre la transformación y el espíritu que nos mantiene de pie en épocas de cambio. No es solo un concepto estático, sino una constante: se levanta, se derrumba y se reconstruye una y otra vez. Como la vida misma.