Rata Negra

Es absolutamente imposible datar el nacimiento exacto de Rata Negra. Puedes consultar hemerotecas, bucear en archivos o preguntar al Departamento de Control de Plagas del Ayuntamiento que jamás se hallará el momento justo del estallido; y no es de extrañar, pues el origen de esta banda surge como surgen las explosiones químicas al combinar la determinación, el carácter y la creatividad de sus tres componentes: Pablo, Fa y Violeta.

Sí podemos, sin embargo, acercarnos al campo de cultivo donde vemos germinar los primeros ensayos y canciones en el Madrid del 2013. El grupo Juanita Y Los Feos –oremos por su alma– proyectan su recta final y la cantante y el guitarra andan buscando algo nuevo, más oscuro y de mayor crudeza.

El último disco que han compuesto, a pesar de mantener su pegadiza esencia pop, destaca por el carácter social, de desencanto y malestar, que el veneno del punk les ha ido infectando en los últimos años, en gran parte, por su cercanía con Pablo –batería de La URSS y Nueva Autoridad Democrática y prolífico organizador de conciertos en aquellos años–, como elemento contaminante de este género.
Así pues, Rata Negra arranca conviviendo con JYLF y el monstruo de la esquizofrenia llama al timbre de los compositores. Violeta y Fa lo escuchan. Se miran. ¿Qué hacer, invitarle a pasar? La camisa de fuerza no les quedaría mal, seamos sinceros, pero prefieren de momento dejarla en el fondo de su armario. Empiezan a crear con mayor dureza, sin ornamentación, eliminando toda melosidad para traer a la superficie, cual manada de ratas enfermas recién liberadas, unas canciones que avanzan al ritmo que Pablo golpea.

En el 2015 aparece plastificada su primera grabación, “Corasones” (Discos Walden/Discos MMM) que va a venir acompañada de unas actuaciones en California, aprovechando la gira norteamericana de los moribundos JYLF y los contactos que la escena del punk y el Hazlo Tú Mismo les ha ido anotando en su agenda.

En el 2017 se presenta lo que –para mí– lanza al grupo cual cohete a la exosfera: su primer larga duración, “Oído Absoluto” (La Vida Es Un Mus/Beat Generation). Una colección de himnos del punk, tremendamente pegadizos y desalentadores, con esa habilidad brillante que tiene Violeta para escribir, narrando de una forma sencilla, casi naíf, a lo Vainica Doble, las obsesiones y desgracias más terribles que les va a acompañar a lo largo de toda su discografía.

Para el diseño del disco toman de referencia, con innegable criterio, la estética de Dead Moon; banda que irradia, con fuerza inspiradora, el modo de tener un grupo y mantenerlo vivo y con dignidad a lo largo de los años.

Y de tal forma va pasando el tiempo y la Rata Negra avanza, voraz e indomable, a lo largo y ancho de las alcantarillas de la contracultura. Montan conciertos, recorren la Península, hacen camisetas, ensayan sin parar, diseñan sus carpetas, tocan en Europa, aparecen en fanzines, dirigen, graban e ilustran sus videoclips, organizan dos giras más por norteamérica –2018 y 2022–, y continúan haciendo discos.

El segundo álbum, “Justicia Cósmica” (LVEUM, 2018) empieza a abrir la puerta, lentamente, de la habitación que Fa y Violeta quisieron cerrar y que terminarán abriendo a patadas, llegando a la cumbre de su sonido con el tercer disco, “Una vida vulgar” (LVEUM, 2021), dejando en el rastro los ep´s “La hija del sepulturero” (2018) y “Bien triste” (2023).

Quitándose el corsé del sonido visceral, los pulmones de los autores vuelven a respirar alocados, agitándose con libertad a la hora de producir canciones; con ese estilo propio, genuino, que da la experiencia y la inquietud, manteniendo la idea original del punk con los gustos del pop más refinado y contagioso.
Allí están los tres, dentro del colector. Hablan, discuten, se ríen. La Rata Negra asoma el hocico que afina olfateando todo tipo de fragancias musicales, desde los aromas que emanan las producciones de Phil Spector hasta el hedor irresistible de Jay Reatard o Rikk Agnew, recorriendo la nueva ola, el hardcore o el indie –correctamente entendido, no se dude– norteamericano.

Ahora, fuera de las cloacas, sacudiendo de su cuerpo peludo las aguas fecales a la cara del público, tanto iniciado como bisoño, el roedor vuelve a mostrar sus dientes con “Hawai” (Sonido Muchacho, 2025). Tarde o temprano estarán tocando en tu ciudad o cerca de ella y –ahora viene lo único que quiero que recuerdes de este texto– tienes que ir a verles, pues los conciertos son su mejor baluarte.

Pablo se estira sobre la batería, largo y elástico, invertebrado, tocando con la firmeza y precisión de una goma matando moscas. Fa se repliega sobre su guitarra, sobre sí mismo, absorto, confusamente iluminado a melodías entre el estruendo de la ira y la carcajada de la broma. Violeta, bajo al hombro, canta, comenta, grita, entona erguida con su pelo rizado y negro de tormenta, descargando la mordacidad electrizante de sus ideas.

No te los pierdas, te digo.

Por Héctor Sudor

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