Triángulo de Amor Bizarro: anti-rock, periferia y caos
Por David Saavedra
Triángulo de Amor Bizarro nunca han hecho las cosas al uso. Rodrigo Caamaño, Isa Cea y Rafa Mallo terminaron 2024 con una gira única e histórica, la de un 20 aniversario en el que se lanzaron a interpretar, en cada noche, dos de sus seis álbumes, al completo y por orden, dejando que el azar decidiera cuáles iban a ser a través de un extraño ritual del tarot. Mientras otros habrían optado por el típico concierto autocelebratorio en un sitio enorme y con muchos invitados, ellos prefirieron tirar de salas pequeñas, riesgo y factor sorpresa, incluso para ellos mismos. Como diría el extraño zorro de “Anticristo”, de Lars Von Trier, el caos reina.
Hagamos flashback. En 2004, Rodrigo e Isa llegaron a A Coruña desde la pequeña población de Boiro, en el sur de la provincia. Allí, sin ningún tipo de experiencia previa, construyeron su propio local de operaciones, una “Factory” de todo a 100 y desechos de polígonos industriales que acogió a los artistas desclasados de la ciudad. Allí imaginaron cómo crear a través de la destrucción, visualizaron una actitud anti-rock y confrontaron toda la hostilidad purista y autocomplaciente que les rodeaba. Sus primeras formaciones eran mutantes, con secuaces como Blas Silva, Julián Ulpiano, Miguel Prado y Antón Vázquez, que fueron entrando y saliendo. Su primer concierto se celebró -o improvisó- en un barrio del extrarradio, en unas fiestas de San Juan en las que después se quemó un muñeco del alcalde Paco Vázquez.
Tras publicar dos maquetas de inolvidable confección artesanal, el sello Mushroom Pillow les contrató y, con la producción de Carlos Hernández, rompieron la baraja con su primer álbum. “Triángulo de Amor Bizarro” (2007) fue uno de los debuts más aclamados del indie español cuando aún era un indie verdadero. No pararon de patearse el país, telonearon a Smashing Pumpkins y The White Stripes, empezaron a ocupar los puestos altos de las listas de lo mejor del año y a ser reconocidos y admirados por muchos de aquellos músicos a los que ellos admiraban.
Pero aquella gira casi acaba con ellos. En 2010, y con Rafa supliendo a Julián, “Año Santo” (2010) superó a lo grande un bloqueo creativo. En lugar de destruirse, se consolidaron y ampliaron su radio de acción: su llegada a México les abrió un nuevo territorio que acabaría siendo un santuario para ellos. “Victoria mística” en 2013, fue un álbum autoproducido, complejo, con un nuevo componente, el carismático Zippo, a los teclados y guitarra. Con él fueron probando nuevos caminos a sabiendas de que ya nunca podrían volver a mirar atrás.
En 2016 llegó “Salve Discordia” y ellos entraron en un estado de plenitud, afianzando su formación como cuarteto, recuperando a Hernández como productor, y ofreciendo un nuevo paso adelante en sonido y concepto. En 2018 entregaron el EP “El Gatopardo”, con una visión más abiertamente política (aunque su posicionamiento en ese sentido siempre ha sido claro y frontal, nunca panfletario), y actualizando la tradición galaica de las cantigas de escarnio y maldecir.
“oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ”, el disco negro, también pudo acabar con ellos, al igual que con todos nosotros. Se publicó en marzo de 2020, el mismo día que comenzaba el confinamiento por el Coronavirus y trastocó toda su gira, pero también les incentivó a idear proyectos tan locos como “No eres tú 666D”, una versión audiovisual de 6 horas, 6 minutos y 6 segundos de esa canción, y el disco “Detrás del Espejo, Variaciones y Ecos“, en el que invitaban a músicos amigos a reinterpretar los temas de su último álbum. Es interesante señalar también que Triángulo es, junto con Rosalía, el único artista que ha obtenido en dos ocasiones el Premio Ruido, que concede la asociación de periodistas musicales (PAM) al mejor disco español del año. Sucedió con el cuarto y con el quinto.
“Sed” (2023), otro álbum relativamente conceptual sobre la fama y sus miserias marcó su punto más alto a nivel creativo, personal y de reconocimiento. En estos años, Triángulo de Amor Bizarro han conseguido trascender sus influencias para convertirse en un grupo inclasificable, siempre operando desde la periferia. Y ahora toca cambio de pantalla: nuevos discos, nuevos proyectos y nuevo sello, en busca de un futuro que, confiamos, sea todavía mejor.