Poderosa y solemne, la imagen de un caballo galopando por la playa tiene la fuerza suficiente para sostener por sí sola una canción. Pero en “El caballo del mar” hay más, mucho más: es indie rock de hechuras clásicas y bellísima factura, de melodía radiante, ritmo grácil y preciosos arreglos de piano. El trote de la batería nos conduce por una pieza que transcurre entre estampas bíblicas y preguntas trascendentales. “El caballo del mar”, como todas las obras, es indesligable del contexto en el que fue concebida. En este caso, hay que remontarse hasta 2020 y 2021, tiempo de confinamientos y emociones a flor de piel. Ese espíritu de final, de más allá, penetra en un lote de composiciones de marcado carácter autoexploratorio.
Y es que nadie a estas alturas pondría en tela de juicio el buen hacer de Surfin’ Bichos, pero lo cierto es que esta pieza está a la altura de la trascendencia que evoca y de las mejores composiciones del cancionero de leyenda de los manchegos. Treinta años después, los Surfin’ se presentan sin artificios y haciendo lo que mejor saben hacer: música relevante, afilada y que deja huella. ¡Celebrémoslo!