A estas alturas, titular un disco “Todo va bien” exuda una energía parecida a la del meme en el que el perro repite “this is fine” sentado en una casa en llamas. Contado pierde gracia, pero basta con una primera escucha para cerciorarse de que el nuevo trabajo de Tigres Leones transmite una serenidad y confianza que cuesta encontrar en otros lugares. Esto, en el contexto actual de fatiga y burnout, cobra un valor especial. La música como refugio, un lugar al que acudir cuando necesitas consuelo, inspiración o alegría.
Tigres Leones se ha mantenido como un reducto, un proyecto ajeno a las lógicas del mercado y los ritmos de la industria. Por eso vuelve con poco que perder y mucho que celebrar. Con tres elepés a sus espaldas, el EP a pachas con Petróleo se convertiría a la postre en su último lanzamiento en tres largos años. Muchas cosas han pasado desde que aquel split aterrizara en 2019, pero todos seguimos aquí por el mismo motivo: por las canciones.
En ese sentido, “Creo que empiezo a ver la luz”, el corte con el que arranca la secuencia, resulta revelador y marca el tono general de “Todo va bien”. Es rock musculoso, enérgico y vibrante, con su estribillo para gritar puño en alto y su incitación al pogo fraternal. El combo madrileño se acuerda de Joao Gilberto, Vinícius de Moraes y Antonio Carlos Jobim en lo que, si te paras a pensarlo, es una alegoría preciosa: escuchamos discos para ahuyentar la tristeza.
Estamos ante un álbum que habla del poder de la música y de sus significados, de cómo la propia música es un código compartido. Habla de la amistad y de juntarte con tus amigos en un local de ensayo; de componer canciones y salir a tocarlas por ahí. Formar una banda comporta irremediablemente conocer a mucha gente y, en ese sentido, Javier Marzal, Paco Ramírez, Miguel López y Luismi Pérez son unos afortunados. Buena prueba de ello es la ristra de compañeros que desfila por “Todo va bien”: un total de ocho en una obra que contiene nueve pistas.
Un exceso de colaboraciones puede ser un claro indicativo de un intento de llegar a un público mayor, pero no hay nada de eso en este caso. Las voces invitadas, amigas todas ellas, aportan profundidad y valiosos nuevos matices, como la trompeta de “Todos los santos”, cortesía de Peris de Medalla. En dicho corte también participa su compañero de formación Eric Sueiro, que junto a María Benítez, Marta Movidas, Caliza, Tulsa, Andrea Buenavista, Estrella Fugaz y Marcelo Criminal completa un elenco de ensueño. Todo va bien y, mientras nos sigamos encontrando para celebrar discos como este, todo irá bien.