“Hijos del divorcio” es un disco conceptual que habla de cómo nos desenvolvemos en el mundo de las relaciones teniendo unos referentes que estaban igual de perdidos que nosotros. Si el título del álbum deja algún lugar a la duda, Lucas Vidaur se encarga de despejarla en los dos primeros cortes. “El coro de los hijos del divorcio” marca el tono del trabajo y expone los conceptos que lo vertebran: soledad, traumas familiares, desamor y miedo al futuro. “Si Nunca”, la siguiente en la secuencia, profundiza en lo anterior con versos tan reveladores como este: “si el daño que a ti te han hecho se parece al que has causado”.
Y es que hablar de Lucas Vidaur es hacerlo del escritor de canciones que mejor domina el registro melodramático. Tras años afinando una fórmula ya reconocible —con su dosis justa de cinismo y ternura; capaz de facturar hits nada obvios—, nos encontramos ante sus mejores composiciones. Aunque en términos generales “Hijos del divorcio” se escore hacia el pop-rock, en determinados cortes opta por un revestimiento algo más oscuro y contundente. “Estrella” o “Déjales entrar”, en la que despliega un rock más musculoso, son buenas pruebas de ello.
Estamos ante un álbum que explora las diferentes maneras en que entendemos el amor y cómo tropezamos con los mismos obstáculos que lo hicieron los que vinieron antes. A la hora de adentrarse en el mundo de las relaciones, Lucas domina como pocos el recurso del patetismo. Es algo transversal en su obra, pero podemos observarlo claramente en versos como “me ha hecho gracia y he llorado” de la certera “¡Ya no puedo más!”. Cada canción incluida aquí se puede interpretar como una etapa diferente en una relación, ya sea de pareja, amistad o hacia uno mismo.
“Hijos del divorcio” habla de pedir perdón, perdonarnos y perdonar también a nuestros predecesores. Habla de intentar mejorar; a pesar de todo, sí. Ahí queda ese “nunca he sido el más listo de clase pero algo aprendí de la tragedia” que escuchamos en “80’s” —guiño a su LP debut “Tragedia Española” incluido—. Es, también, un disco que explica el aquí y ahora de una generación hiperconectada. Son múltiples las referencias a pantallas, memes y móviles, como en “Sálvese quien quiera”. Pero, por encima de todo, este segundo trabajo en largo de Confeti de Odio pone de manifiesto uno de los grandes poderes de la música: puede ser ese hombro en el que apoyarte, una mano tendida cuando todo se derrumba. Solo tienes que escuchar.